Hace cinco meses un loco, en un parque de locos, me
explicó por qué él estaba loco. Yo fui a ese parque de locos, en una ciudad a
dos horas de París, una ciudad que también estaba loca, como París también está
loca, pero esa otra ciudad estaba más loca, porque oficialmente tenía su parque
de locos, además tenía a ese loco, que me explicó por qué él estaba loco. Él
estaba loco (así se refirió a él, en
tercera persona) porque lo volvieron loco y por eso él estaba loco. – ¿Pero por
qué a él lo volvieron loco? – le dije. – A él lo volvieron loco, la gente lo
volvió loco porque no lo dejaban quedarse tranquilo en su casa, sin hacer nada.
– ¿Y por qué no lo dejaban tranquilo en tu casa, sin hacer nada? – A él no lo dejaban
tranquilo en casa sin hacer nada, porque le decían que tenía que hacer cosas.
Entonces a él lo mandaban al súper a hacer las compras y de tanto hacer las
compras, empezó a fumar mucho y se volvió loco. – ¿Entonces por ir mucho al
súper, él se volvió loco? – No. Él se volvió loco porque cada vez que iba al súper
tenía que elegir él las cosas, porque no le daban una lista la mayoría de las veces.
Entonces, un día ya no supo qué elegir y no compró nada y se puso muy nervioso
y se volvió loco. – ¿Se volvió loco por
no poder elegir? – Sí. Se volvió loco por eso. Y porque la gente comenzó a
burlarse de él. Y además, porque luego llegaba a su casa sin nada y su mamá lo
golpeaba mucho por la cabeza y le gritaba ¡tienes que elegir, tienes que elegir,
siempre hay que elegir! Así se volvió loco él y creció loco él. Si tú no sabes
elegir cosas, tú estás loca. ¿Entiendes, entiendes? – Entiendo, entiendo – le respondí.
Luego fumamos un cigarro. Uno al lado del otro. Yo le
conté que venía de una islita en el Caribe, lejos de Francia. Y que también
allá había locos. Pero que se volvían locos por culpa del mar. Un mar vengativo
que siempre nos quiere tragar. – Qué bonito, me dijo. – Sí, muy bonito, le
dije. Y ya.
En fin, gracias por leerme.