Hoy no escribo yo. Hoy lo hace una niña de diez años





Se Llama Ana María y es mi AMIGA, así, con letras mayúsculas, como a ella le gusta que lo ponga. Hace una semana me envió este relato, escrito expresamente, para publicarlo en el blog. Y con locuaces palabras (y cierta exigencia, la verdad) me explicó detalladamente, el proceso creativo de éste, su última historia (porque ya ha escrito varios libros…). Yo, entonces, como humilde servidora, respondí a su petición, comunicándole que lo publicaría, (pues ¿quién soy yo para decidir qué se publica o no?). Y aquí se los dejo, con una sonrisa grandísima en los labios.
Hoy no hay gracias por leerme, más bien, gracias por leerla. A ella.

La promesa

Hace mucho, mucho tiempo, en un país muy lejano, existió una mujer que desde el embarazo, consagró su vida a la de su hija.
Cierto día, la niña nació, protegida por los Dioses. Le  pusieron Anaisora, Los Dioses la tomaron en brazos y solo le dijeron una cosa: que no podía mentir. Ella vivió con su mamá en una vieja casucha. Cuando tenía diez años, la madre le contó sobre la promesa que cuando bebé, ella había hecho. A Anaisora no le gustó nada eso, pues cuando uno es bebé, uno no puede tomar decisiones y de adulto también es difícil, porque ella sabía que todas las personas cometían errores y que nadie era perfecto en  aquel mundo ni en este. Sin embargo, aunque los Dioses perdonaban (porque para ser un dios hay que entender los errores) la mentira era demasiado.  ¡Nunca mentir! le repetían mil veces a Anaisora. Eso solo se paga con la muerte. Anaisora ya había crecido. Tenía veintiséis años. Su madre había fallecido hacía tres días solamente. Pero aun así,  ella se había olvidado de la promesa a su madre y a los Dioses. Ese mismo día mintió. Enseguida apareció a su alrededor, una gran salón lleno de Dioses. Era el juicio final. Ella gritaba ¡no me maten, por favor! El dios perito habló: Podrás mentir, no morirás por eso. Te lo aseguro. Y todos desaparecieron.
Pasado un tiempo, Anaisora había dicho 300 000 000 0000 de mentiras. Nadie la quería. Todos le gritaban: ¡la mentirosa, la mentirosa! Y le arrojaban piedras. Ella no murió por el día del juicio final, ni por un asesinato, sino por la melancolía, una muy grande. Pero la gente sólo decía: ella cavó su propia tumba. Y así anda. Muerta en vida.










. Bookmark the permalink.

1 Response to Hoy no escribo yo. Hoy lo hace una niña de diez años

  1. Unknown says:

    10 años? Tienes un crack en las manos!!!

Leave a Reply

Coments, coments...

Con la tecnología de Blogger.